Historias

Las Historias (en griego antiguo ἱστορίαι historíai 'aproximaciones, investigaciones') de Heródoto de Halicarnaso (484-después del 430 a. C.) es una obra escrita en dialecto jonio1 que tiene como objetivo narrar los enfrentamientos que tuvieron lugar entre griegos y bárbaros (asiáticos, especialmente persas) y, en concreto, las Guerras Médicas. También contiene una descripción de la historia y costumbres del Antiguo Egipto. Se trata de la primera obra historiográfica griega que nos ha llegado íntegra y está dividida en nueve libros, cada uno de ellos dedicado a una musa.

 

  • Voy a contar lo que ocurrió cuando yo tenía 13 años. Es algo que no he podido olvidar, como si la historia me tuviera tomado del cuello. Puede sonar extra- ño, pero incluso siento las «manos» de la historia sobre mí, una sensación tan precisa que hasta sé que se trata de manos con guantes. Mientras la historia sea un secreto, me tendrá prisionero. Ahora que comienzo a escribir experimento un ligero alivio. Las «manos» de la historia siguen sobre mí, pero un «dedo» ya se ha soltado, como una promesa de que estaré libre cuando termine. Todo empezó con un olor a puré de papa. Mi madre hacía puré cuando tenía algo de qué quejarse o estaba de mal humor.Trituraba las papas con más esfuerzo del necesario, con verdadera furia. Eso la ayudaba a relajarse.A mí siempre me ha gustado el puré de papa,aunque en mi casa tuviera sabor a problemas. Aquella tarde, en cuanto olí el vapor que salía de la 13 LA SEPARACIÓN Libro salvaje 13/4/09 13:34 Página 13 cocina, fui a ver cómo estaban las cosas. Mi madre no advirtió mi presencia. Lloraba en silencio.Yo hubiera hecho cualquier cosa porque volviera a ser la mujer sonriente que adoraba, pero no sabía qué podía darle alegría. A partir de ese momento la oí sollozar en las noches. Me había dado por despertarme a horas raras. De chico dormía de un tirón, pero a los 13 años empecé a tener el «sueño escarlata», una pesadilla que regresaba una y otra vez. Me encontraba en un pasillo largo, hú- medo y oscuro.Al fondo se agitaba la luz de una flama. Caminaba hacia ahí. Entonces me daba cuenta de que estaba dentro de un castillo. Mis pasos resonaban en la oscuridad y esto me hacía saber que llevaba botas de hierro. Era un soldado con armadura. Debía rescatar a alguien al final del pasillo, alguien que lloraba. Tenía voz de mujer, una voz agradable y muy triste.Yo caminaba hacia ese sonido, durante un tiempo exagerado, pues el pasillo parecía alargarse con mis pasos. Finalmente, entraba en un cuarto de paredes rojas. Mi color favorito en esa época era el escarlata. ¡Cómo me gustaba el sonido de la palabra «escarlata»! En el sueño, no veía a la mujer que lloraba, pero sabía que estaba ahí. Antes de dirigirme a ella me acercaba a una pared, hipnotizado por el color escarlata. Sólo entonces me daba cuenta de que la superficie era líquida. Nadie había pintado esos muros. Ponía mis manos en la superficie y la sangre escurría entre mis dedos. En ese momento despertaba, muerto de miedo. Encendía la luz,miraba el mapamundi sobre el escri- 14 Libro salvaje 13/4/09 13:34 Página 14 torio y el último peluche con el que a veces dormía. Si alguien me hubiera dicho a los 13 años que yo era un niño,me habría puesto furioso.Yo me sentía como un hombre joven. Mi conejo de peluche estaba ahí porque le tenía cariño. Pero podía dormir sin él y podía defenderme solo. Ni siquiera cuando tenía el «sueño escarlata» me lo llevaba a la cama. El conejo me miraba desde su rincón, con un ojo más bajo que el otro. No le pedía ayuda pero pasaba mucho tiempo antes de que pudiera volver a dormirme. En las noches de pesadilla despertaba con mucha sed. Si ya me había acabado el agua que mi madre colocaba en el buró, no me atrevía a ir a la cocina, como si ése fuera el lugar del «sueño escarlata». Entonces trataba de distraerme con los países del mapamundi. Mi favorito era Australia, pintado del color de un chicle bomba. Mis tres animales preferidos eran australianos: el koala, el canguro y el ornitorrinco. Lo que más me gustaba de los koalas era la forma en que se sostenían de los árboles. Me abrazaba a la almohada, como si fuera un koala, hasta quedarme dormido, con la luz encendida. Tal vez porque estaba creciendo se me ocurrían cosas de terror.A mis amigos del colegio les gustaban las historias de fantasmas y vampiros. A mí no me gustaban, pero tenía ese sueño terrible. Una noche desperté aún más sobresaltado. Prendí la luz y me vi las manos, temeroso de que estuvieran manchadas de sangre. Sólo tenía las marcas de tinta con las que había vuelto del colegio. Vi el mapamundi y, antes 15 Libro salvaje 13/4/09 13:34 Página 15 de que pudiera pensar en países lejanos, oí un sollozo. Venía del pasillo y tenía el tono inconfundible de mi madre. Esta vez me atreví a salir. El llanto era más importante que mi pesadilla y caminé descalzo al cuarto de mis padres. Ellos dormían en camas separadas. Las cortinas estaban abiertas y la luz de la luna entraba al cuarto, sobre la cama de mi padre, que era la más próxima a la ventana. He visto muchas camas desde entonces pero ninguna me ha impresionado de ese modo: mi padre no estaba allí. Mamá lloraba,con los ojos cerrados.No se dio cuenta de que yo estaba en el cuarto. Fui a la cama de mi padre, la abrí y me metí ahí. Respiré un olor delicioso, a cuero y loción, y me quedé dormido en el acto. Nunca descansé mejor que esa noche. Al día siguiente, a ella no le gustó verme dormido en la cama de mi padre. Le dije que era sonámbulo y que había llegado ahí sin saberlo. -¡Lo que me faltaba! -exclamó mi madre-: ¡un hijo sonámbulo! En el camino a la escuela, mi hermana Carmen se burló de mí porque caminaba dormido. Luego me preguntó si le podía enseñar a ser sonámbula. Carmen tenía 10 años y creía todo lo que yo decía. Le expliqué que pertenecía a un club que se reunía por las noches: recorríamos las calles sin dejar de dormir. -¿Cómo se llama el club? -me preguntó Carmen. -El Club de la Sombra -se me ocurrió de pronto. 16 Libro salvaje 13/4/09 13:34 Página 16 -¿Y yo puedo entrar? -Antes tienes que superar varias pruebas. No es tan sencillo -le contesté. Carmen me pidió que una noche la despertara para llevarla al club. Prometí hacerlo, pero naturalmente no lo hice. Preocupada de que yo fuera sonámbulo, mamá habló con su amiga Ruth, que había vivido en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial y había presenciado cosas más espeluznantes que un niño sonámbulo. Cuando mi madre hablaba por teléfono con Ruth, se tranquilizaba con historias peores que la suya. Nuestra vida no era perfecta, pero al menos no nos bombardeaban. Cuando regresé del colegio mi madre hablaba por teléfono con Ruth. Sin embargo, esta vez el aire olía a puré de papa. Las terribles historias de su amiga no lograron tranquilizarla. Fui a dejar mi mochila al cuarto. Hice pipí y me lavé las manos (las malditas manchas de tinta seguían ahí). Me dirigí a la cocina, de donde salía ese olor estupendo que sin embargo siempre traía problemas. Me detuve en la puerta y vi a mi madre llorar en silencio. Luego hice la pregunta que había repasado mil veces en la escuela: -¿Dónde está papá? Ella me vio a través de las lágrimas. Sonrió como si yo fuera un paisaje bueno y estropeado. -Tenemos que hablar -fue su respuesta, pero no dijo nada. Siguió aplastando las papas, encendió un cigarro, 17 Libro salvaje 13/4/09 13:34 Página 17 fumó de manera confusa y la ceniza cayó sobre el puré. Yo me quedé como una estatua hasta que ella dijo: -Tu padre va a vivir un tiempo fuera de la casa. Rentó un estudio.Tiene mucho trabajo y nosotros hacemos demasiado ruido. Cuando termine ese trabajo, se va a ir a París, a construir un puente. Algo me hizo pensar que mi padre no iba a volver nunca a la cama que vi bajo la luz de la luna. Mi madre se arrodilló y me abrazó. Nunca me había abrazado así, arrodillada en el suelo. -No te va a pasar nada, Juanito -me dijo. Cada vez que me decía Juanito sucedía algo terrible. No era un nombre de cariño sino un nombre de crisis, el puré de papa de los nombres. No me preocupaba que me pasara algo a mí sino que le pasara algo a ella. Quería que sonriera como cuando pasaba por mí al colegio y yo sabía que era la más guapa de todas las madres. -No te preocupes -contesté-: yo estoy contigo. Fue lo peor que podía decirle. Lloró más que nunca y me abrazó con muchísima fuerza hasta que el puré de papa con ceniza se quemó en la estufa. Mi hermana llegó más tarde porque tenía clase de piano y nos encontró comiendo pizza. Para ella la tarde fue muy divertida. Mamá no tenía apetito y dejó que Carmen comiera todo lo que quisiera. -Tengo algo que decirles -mamá habló como si masticara cada palabra-: papá salió de viaje. A Carmen esto le pareció genial porque pensó que papá le iba a traer un peluche. 18 Libro salvaje 13/4/09 13:34 Página 18 Me dio tristeza ver a mi hermana contenta por no saber la verdad, pero hubiera hecho cualquier cosa por que nunca la supiera. En esa época no estaba de moda el divorcio. Ninguno de mis amigos tenía padres divorciados. Sin embargo, yo sabía que eso podía suceder. Había visto una película muy divertida sobre un niño que se la pasa de maravilla porque tiene dos casas y logra que lo consientan mucho en las dos. Mis padres no se peleaban pero tampoco hablaban como si se quisieran. Nunca se daban un beso ni se tomaban de la mano. Una tarde, revolviendo papeles en el escritorio de mi padre, encontré una carta dentro de un libro. El sobre tenía dibujos estupendos: espirales rosas, asteriscos azules, relámpagos en verde zig-zag. Parecía la portada de un disco de rock. El sobre contenía una carta. Era de una amiga que quería mucho a mi padre y esperaba viajar con él a París. Sentí un hueco en el estómago y le di la carta a mi madre. Esto fue dos meses antes de que se nos quemara el puré de papa.A veces pensaba que ella se había puesto triste por mi culpa.Todo había sucedido porque yo le entregué la maldita carta. -¿Te vas a divorciar? -le pregunté a mi madre, cuando Carmen no nos oía. Yo no quería divertirme en dos casas como el niño 19 Libro salvaje 13/4/09 13:34 Página 19 de esa película. La verdad, tampoco quería ver a mi padre. Quería que regresara para que mi madre estuviera contenta. Nada más. -No sé qué va a pasar. Papá los quiere mucho, eso es lo importante. A mí no me importaba que me quisiera.Yo quería que la quisiera a ella. Fui a mi cuarto a hacer un juramento importante.Tomé el mapamundi y ante el mapa de Australia juré que en esa casa íbamos a ser felices, aunque me costara mucho trabajo lograrlo. Esa noche no tuve pesadillas pero tampoco pude dormir. Fui al cuarto que había sido de mis padres, donde ahora sobraba una cama. Bueno, creí que sobraba una cama. Me iba a acostar ahí cuando vi que Carmen se me había adelantado. Como siempre, parecía muy contenta.Tal vez soñaba que la admitían en el Club de la Sombra. 20

PERMITIR SER, CUANDO QUIERO CAMBIAR A OTRO 

"Me preocupo por ti, por eso quiero que cambies", "lo que estás haciendo está mal, yo te puedo ayudar", "deberías hacer las cosas de otra manera", "esa persona no te conviene". Estas y otras frases hacen parte de nuestra diaria comunicación. Constantemente estamos viendo personas que cometen errores, que pueden arruinar por completo su vida y creemos que es nuestra obligación, deber o misión salvarlos. Podemos empezar con la idea de hablar con ellas y hacerlas entrar en razón, que reconozcan su error y decirles que "es por su bien", pero ellas pareciera que no comprendieran lo que tratamos de decir y al contrario se molestan con nosotros.

Y es que hemos crecido teniendo creencias particulares de cómo se debe vivir la vida, tenemos prejuicios de la forma correcta e incorrecta de vivir. Queremos ser los salvadores de la gente aunque estas no quieran ser salvadas. Nos estamos haciendo responsables por la vida del otro aunque este NO lo haya pedido. Creemos que comprendemos el problema del otro mejor que él mismo y por lo tanto intentamos resolverlo desde nuestra perspectiva de vida.

Todo esto nos lleva obligatoriamente al sufrimiento, puesto que ese otro muchas veces no quiere cambiar, se siente en una zona de confort con esa situación y no ve problemas donde nosotros lo estamos viendo. Desde este punto de vista el intentar ayudarlo se hace imposible, pues ¿quién quiere cambiar su zona de confort si no es consciente de que está en medio de un error? Nadie puede ser ayudado mientras no pida ayuda. Existen personas que ni siquiera se interesan por escuchar nuestra opinión pero mientras tanto nosotros estamos gastando nuestra energía y nuestra vida intentando cambiar una realidad que no es nuestra y que no nos corresponde cambiar.

Vemos otras personas que aunque saben que están cometiendo un error no quieren cambiar, por miedo o por la razón que sea. Entonces nuestra lucha sigue siendo una empresa imposible. Y si deciden en algún momento cambiar, será bajo sus puntos de vista y no sobre los nuestros. De cualquier manera estamos interfiriendo en su proceso de evolución y llevando ansiedad a nuestra vida.

El problema seguramente está en nosotros que no asimilamos el proceso del otro. En realidad todo lo que pensamos y decimos puede ser correcto para nuestra propia vida pero no para la del otro. Es como ir a comprar un par de zapatos para otra persona pero probándolos en nuestros propios pies; aunque sean de la misma talla es posible que no se ajusten a sus pies particulares. Cada quien ha recorrido un camino diferente que lo hace ver las experiencias desde un punto de vista distinto, no estamos permitiendo que aprenda la lección que la vida le tiene y sobre todo estamos siendo arrogantes, creyendo que nuestra forma de vivir es la correcta y la del otro no lo es.

"No mires la paja en el ojo ajeno, si no la viga en el tuyo propio"

Estamos viviendo tan fuera de nosotros que vemos el error del otro pero no el nuestro. Tal vez eso que vemos en el otro sea algo que nos está llamando a cambiar dentro de nosotros. El error del otro es un espejo de nuestro propio ser. Preguntarnos ¿qué hay dentro de mí para que me afecte tanto eso que veo fuera? Cuando existe un problema dentro de nosotros que no podemos enfrentar ya sea por miedo, vergüenza lo que hacemos es proyectarlo en el otro. Esta es la forma en que nuestra mente inconsciente se defiende como una forma de mantener su estabilidad. Pero en realidad todo cuanto vemos en otros ya sea bueno o malo pertenece a lo que existe dentro de nosotros. Cuando hablamos del otro estamos hablando más sobre nosotros mismos que sobre la otra persona, estamos mostrando nuestras carencias y limitaciones. Así que antes de intentar ayudar a los demás, debemos hacernos conscientes de que esa situación que me está afectando afuera es solo un signo de que algo no está bien dentro de mí.

Es en ese momento de reconocimiento de mí mismo en donde me deja de molestar el problema del otro y empiezo a realizar cambios en pro de mi bienestar personal. Quizá cuando termine de solucionar lo que me afecta dentro de mí pueda ver que eso que me molestaba afuera ya no genera ningún efecto sobre mí, o que el otro haya visto mi cambio y esto lo haya motivado a cambiar. Cuando nos sanamos a nosotros mismos, sanamos a otros. Cuando intentamos sanar a otros sin haberlo hecho nosotros generamos malestar en los demás y en mí mismo.

Los consejos

Dar consejos que no han sido pedidos solo nos traerá problemas y aunque nos pidan el consejo, esto también nos pondrá en situaciones difíciles. Al dar un consejo estamos viendo las cosas desde nuestro punto de vista y no desde la historia de vida del otro. Cuando damos un consejo no estamos en los zapatos de la persona que está viviendo la situación, tan solo estamos tratando de ver la situación de la otra persona, por muy empáticos que seamos y por más que intentemos ponernos en el lugar del otro la decisión y la responsabilidad es de la persona que está viviendo la situación y de nadie más. El que acepta el consejo si no le funciona se resiente y el que lo da si funciona se siente arrogante al creer que es más sabio por arreglar la vida de otro, lo que produce una sensación de desempoderamiento en el otro y puede llegar a generar una dependencia.

Si realmente queremos ayudar a alguien podemos mostrarle diferentes perspectivas de la situación de manera que la persona pueda ver y decidir que es mejor para ella. Aunque en muchos momentos es mejor permanecer en silencio y permitir que el otro fluya. Nuestra cultura occidental nos ha enseñado a mantenernos en un constante ruido que impide que nuestra mente se tome un receso para pensar con claridad y tranquilidad, para escuchar al otro desde el silencio sin emitir juicios y del mismo modo nos hemos acostumbrado a no escucharnos a nosotros mismos.

Piensa en el momento de tu muerte y pregúntate si fuiste realmente feliz durante tu vida. Si preocuparte por los problemas de los otros y buscarles solución hizo que tu vida fuera más fructífera. Tal vez los consejos que diste no fueron tomados en cuenta y tú no hiciste nada por darte una mejor calidad de vida, por disfrutar tu tiempo o por buscar la felicidad, tan solo estuviste intentando encontrar afuera lo que siempre estuvo dentro de ti.

Necesidad de control

La necesidad de ayudar a otros puede estar relacionada con nuestra necesidad de sentir que tenemos el control sobre el otro. Esto solo demuestra mi propio vacío y mi incapacidad para asumir la responsabilidad sobre mi propia vida. Si tengo el control y el poder sobre mí, no necesito controlar la vida de otro. La falta de autoestima nos lleva a este tipo de situaciones. Creer que NO poseemos las estrategias de afrontamiento necesarias para poder manejar las adversidades y por ello querer que las personas actúen de una manera que yo sepa que puedo manejarlas. Tener el control sobre el otro nos da una sensación de seguridad, porque nos asusta lo inesperado, porque si podemos predecir el futuro sabremos cómo actuar frente a lo que se presente. Posiblemente algo en mi pasado que no pude controlar me hizo sentir herido y ahora trato de controlar a otros para que no me hieran. Entonces la solución no está en lograr que el otro actúe de acuerdo a lo que yo quiero sino sanar mis heridas para poder ser feliz sin saber lo que las personas y el futuro me deparan.

El mundo exterior es solo un reflejo de tu mundo interior. Si quieres que algo cambie afuera debes empezar por cambiar adentro.

Querido Yo

Al obtener mi primer trabajo remunerado, empecé a comprar correspondencia de desconocidos, tanto para mí como para la historia en cualquiera de sus ramas. Algunas cartas las he adquirido por su singular subjetividad, otras por la belleza de su sinceridad y, la minoría, las que más aprecio, por su involuntaria extravagancia. Entre ellas, la que releo con mayor frecuencia es una donde el autor es a su vez el receptor, peculiaridad que por sí sola es irrelevante. Los diarios personales cumplen ese requisito, sin mencionar los textos escritos en circunstancias de peligro, como en una guerra, por ejemplo. Aunque éstos, generalmente, pasan a ser un listado de promesas desesperadas a cumplir siempre y cuando se salga airoso. En todo caso, lo que hace de ésta algo especial es el temor racional de un hombre a dejar de existir antes de morir.
La carta fue escrita el 18 de abril de 1969. Junto a la fecha, a la izquierda, un garabato, que sólo los parientes y vecinos fueron capaces de identificar como la firma de Óscar María Pascual. El sobre que la contenía, en blanco. No hubo necesidad de poner la dirección del destinatario, dado que nunca se tuvo la intención de enviarla fuera del número 7, calle Alta, Navaleno, provincia de Soria, España. Pero salió de ahí, como parte del equipaje, rumbo a Madrid, donde el señor Pascual falleció en marzo del presente año.

  • i bien la carta estaba dirigida a sí mismo, comenzaba con un saludo -sumamente afectuoso, además de extenso-. Párrafo siguiente, Óscar María recalcó y argumentó la urgencia de leerla íntegramente cada 1 de enero. A continuación...

"Lo que voy a decir podrá parecerte obvio, pero, por favor, tómate el tiempo que haga falta para revivir el temor que ahora siento: el niño que fui ha desaparecido y el adolescente también. Yo no quiero ser el siguiente.
Hace un par de meses volví a leer el diario que escribí de niño y tuve la sensación de estar curioseando en la vida de un extraño, de un niño que podría ser cualquier niño. No me preocupé, pero la curiosidad que sentí fue enorme. Me dediqué a preguntarle a la gente acerca de su propia infancia. Hablé con mis hermanas, mis padres, mis abuelos y, después de estos últimos, con cada una de las personas mayores del pueblo. Mientras más viejo se es, más se recuerda la niñez. Y, al oír sus respuestas, sí me preocupé. Todos, sin excepción, se refirieron a aquellos años con un 'yo era'; es decir, con un 'yo dejé de ser'. Era como si viesen una proyección de cine, donde uno siente por empatía o anhelo, deseando vivir lo que ya no son, porque en algún momento se rompió el contacto.
Tras esa experiencia, era natural que también pensara en mi adolescencia. Ocurrió algo similar. Busqué en mi mente, en los cuadernos, en apuntes sueltos, y nada, no encontré nada significativo que pudiera representarme a mí. Tres nombres de mujer, sumas, restas, salidas, rebeldías, ideas de un desconocido que no piensa como yo, que no siente como yo. Quizá sí con heridas comunes, cicatrices; no lo suficiente, sólo fragmentos de lo que ahora soy.
Es una pérdida de tiempo lamentarse por la desaparición de quienes fui. Además, tarde o temprano seguiré el mismo destino, pero deseo hacerlo cuando este cuerpo muera y no antes. Me gusta quien soy ahora y más aún cuando veo en qué se suele convertir la gente después. No quiero dejar de sentir con la intensidad que siento ni de pensar con la sensibilidad que pienso, sobre todo porque eso soy yo. Confío en que pueda mantenerme con vida, sólo necesito reafirmarme constantemente.
He meditado arduamente sobre cómo conservarme y qué conservar. Para tal fin, he tenido que definirme de la forma más sucinta posible, facilitando mi tarea y, por supuesto, dándome el espacio para crecer como persona, sin que eso signifique autodestruirme. Habrá muchísimos detalles que cambien en mí, pero lo que me hace ser yo he de salvarlo...".
El texto prosigue con la descripción de una metodología y la enumeración de un listado de los rasgos personales que se había propuesto preservar en el tiempo. Según los que compartieron largos tramos de vida con él, nunca dejó de ser un joven idealista y perseverante. Igualmente, entre otras cosas, dicen que Óscar María Pascual era muy sociable, a pesar de que en las fiestas de Año Nuevo siempre se ausentaba apenas daban las doce.

La hora del Demonio

Seguramente más de uno se ha despertado más de una vez, alrededor de las 3 de la madrugada. A ciertas personas les sucede más seguido de lo que quisieran, y lo relacionan con insomnio, pero, esto es algo aún más serio, se trata de: "La hora del Demonio".

Pues este maléfico ser que siempre ha buscado la manera de oponerse a Dios, encontró el momento preciso de burlarse de sus símbolos, pero a la vez, imitarlos. Siendo la hora santísima las tres de la tarde (cuando murió Jesucristo en la cruz). El Diablo en su intento de profanar a la Trinidad y a la hora santísima, estableció el tiempo de su dominio a las 3 de la madrugada concentrándose todo su maléfico poder en un instante maldito las 3:33 a.m.

De aquí que las Brujas organices sus aquelarres y conjuros a las 3:33 a.m. y que mucha gente se despierte inquieta y un poco temerosa... sintiendo un ambiente extraño alrededor, producto de la presencia de La Oscuridad...

Si es una de esas personas que se despierta con terribles dolores de cabeza, y le cuesta trabajo volver a encontrar el sueño, pues está lleno de incontrolable angustia, que le anuda las extrañas.

Si siente una extraña presencia, un poder que oscurece el ambiente, que entra por el pecho oprimiéndole tan fuerte que a punto esta de desfallecer... volteé y mire el reloj... si marca cualquier hora entre las 3:00 y 3:59 a.m. no se trata de un simple problema de insomnio... si marca las 3:33 a.m. ¡Que Dios se apiade de su alma!, pues si es despertado justo en ese instante, es porque está siendo presa del mismo Demonio.

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